Cuando se proyecta dentro de la ciudad siempre tenemos la responsabilidad, como proyectistas, de tener en cuenta la forma de la ciudad, la necesidad de forma urbana que ella exige, para no pecar en producir acciones que provoquen su degradación en el tiempo. Esta condición debiera ser sine qua non siempre que se emprende la tarea de proyectar cualquiera sea el uso que la obra va a tener, pero es primordial y no puede estar ausente cuando se trata de proyectar sobre suelo que es de propiedad pública. Más aun considerando que la tierra pública es un bien escaso por lo tanto debe actuarse sobre ella con suma precisión. Luque Valdivia afirma que «construimos en la ciudad, y construimos la ciudad; es decir, cualquier actuación se apoya en las relaciones existentes en el contexto urbano del que se trate, pero simultáneamente enriquece o modifica esas relaciones». Por lo mencionado en el párrafo anterior es que antes de comenzar a proyectar debemos entender la forma de la ciudad y las lógicas a las que está sometido el proyecto a realizar -accesibilidad; conectividad; flujo vehicular, peatonal; bienes y servicios disponibles; usos dominantes; nivel de equipamiento e infraestructuración; formación histórica; patrimonio cultural; áreas verdes; etc.- Lógicas que emergen de la forma urbana propia de cada lugar. Para poder analizar y entender la forma de la ciudad adoptamos las 3 proposiciones básicas referentes al tiempo, la dimensión y la constitución del hecho urbano que expone Aldo Rossi: Continuidad Temporal: en la ciudad hay un antes y un después. La construcción de la ciudad como obra colectiva se prolonga en el tiempo, de modo que cada cambio (sustitución, destrucción o crecimiento) puede y debe medirse con lo que existía antes. Según Marcel Poete, la razón de ser de la ciudad se encuentra en su Continuidad. A lo largo de la historia de una ciudad se pueden identificar determinados elementos que permanecen y le dan un carácter propio. Estas persistencias se manifiestan no solo en determinados elementos materiales (murallas, monumentos, colinas, valles) sino también en la posición de los edificios, en el trazado de las calles y de las plazas. Rossi desarrolla con cierta amplitud su concepción de la Ciudad como Opera Interrotta (obra interrumpida). Habla de la ciudad como fabrica (la ciudad como una construcción que se extiende en el tiempo). Esta concepción rossiana se dirige precisamente al proceso de creación de una ley a la que la construcción de la ciudad está sometida. Evidentemente el conocimiento de esta ley tendrá conclusiones proyectuales, sugerirá modos concretos de afrontar la actividad urbanística. La realidad urbana no queda nunca concluida, cada nueva generación asume la Ciudad como propia, la vive y la hace crecer. Pero, acrecentar una obra interrumpida, no supone desconocerla, significa por el contrario continuar lo que, por su propia naturaleza, no puede considerarse acabado. Continuidad Espacial: En la extensión de la ciudad pueden identificarse zonas con características propias, sin embargo sus límites no pueden considerarse como líneas de rotura, sino quizá más bien como articulación. Supone entender cada uno de los elementos como partes de una unidad. Ni la Ciudad en su conjunto puede entenderse sin atender a sus partes, ni las partes son comprensibles aisladamente. Esta proposición no ignora la influencia en la ciudad de los fenómenos históricos pero niega que esos fenómenos sean capaces de producir áreas realmente aisladas. Constitución del Hecho Urbano: dentro de la estructura Urbana hay algunos elementos de naturaleza particular que tienen el poder de retrasar o acelerar el proceso urbano. Rossi fija su atención a los equipamientos, utilizando la terminología de Lynch, en las actividades fijas y en su posible papel estructurante de la Ciudad. Estos elementos de naturaleza preeminente en la trama espacial de la ciudad, actúan como catalizadores del proceso de crecimientos urbano y pueden ser de naturaleza histórica o no, e identificarse o no con determinadas construcciones. Esta proposición debe entenderse como una conclusión y un complemento de las dos anteriores. Entendiendo la ciudad y habiendo comprendido las lógicas del lugar, se arriba a determinar las potencialidades y debilidades que el área presenta, se establece el problema de forma urbana que exige la ciudad para ese sitio y, por consiguiente, que representa una oportunidad de actuación. Kevin Lynch enuncia en su libro que un problema bien formulado siempre conlleva la consideración previa del alcance y del modo de intervención correctos.
Ago
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